En el principio solo era Ray
Por Cristián Londoño Proaño
En la década del cuarenta del siglo XX en los Estados Unidos, un joven de veintiún años irrumpió en el panorama de la ciencia ficción e inscribió su nombre en la historia del género.
En los años cuarenta, la ciencia ficción norteamericana no tenía un apogeo extraordinario. Los grandes estudios de Hollywood ni las grandes cadenas de televisión no habían producido series de televisión, ni películas como ocurrió dos décadas después. En esos años, en los Estados Unidos, los editores de las editoriales importantes como Doubleday & Company no tomaban en serio a las historias de ciencia ficción. Había un puñado de revistas de ciencia ficción que se publicaban en tirajes pequeños, pero una de las revistas tenía mucho prestigio: «Astounding Science Fiction».
«Astounding Science Fiction» era liderada y editada por John W. Campbell. Este editor reunió a su alrededor un puñado interesante de jóvenes escritores ávidos de escribir ciencia ficción, entre ellos Isaac Asimov, Robert Heinlein, Lester del Rey y otros. Este editor les solicitaba relatos a los escritores, pero debían cumplir una serie de normas. Los relatos debían tener una buena base científica. Esta estrategia de Campbell hizo que su revista ganara prestigio. En cambio, las otras revistas no gozaban de los mismos atributos. Asimov menciona en uno de sus ensayos: «Lo que publicaba Campbell era ciencia ficción, y todo lo demás eran pasteles de manzana». Por eso, el resto de revistas del género eran consideradas «menores» y por ende, que un autor publicara en estas revistas era terrible para su futura carrera literaria, tan terrible, que podía significar su muerte literaria.
En «Astounding Science Fiction» estaban los autores que se consideraba escribían buena «ciencia ficción». Por ende, los escritores campbellianos fueron considerados estrellas del firmamento poco habitado de la ciencia ficción. Pero, una importante figura irrumpe de un modo distinto y cambia la percepción. En 1941, un joven escritor del pueblo de Waukegan en Illinois publica en «Super Science Stories», una revista «menor», un relato que gusta muchos a los aficionados. Y luego sigue publicando otros relatos en varias revistas menores, obteniendo reconocimiento de los aficionados. Este joven escritor había sobrevivido a su posible muerte literaria. En cambio, había nacido ante los ojos de los aficionados. Su nombre: Ray Bradbury.
El joven Bradbury siguió publicando en las revistas menores de ciencia ficción. Era uno los escritores no-campbellianos que llegaba al mismo firmamento de las estrellas de «Astounding Science Fiction». El mismo Campbell publicó uno o dos relatos de Bradbury en su revista, pero no lo publicó más. No lo consideraba acorde a su línea de ciencia ficción «dura».
Lo curioso de Bradbury era que sus relatos no eran científicos, eran alegóricos, fantásticos y semipoéticos. Pero su manera de abordarlos, su estilo literario era accesible para todos aficionados y se podía entender todo lo que escribía. Había muchos lectores que consideraban que los relatos de los escritores de Campbell eran densos. Asimov menciona en uno de sus artículos que: «los autores de Campbell eran a veces opacos, pesados, pasaban con frío razonamiento de un punto a otro». Otro punto era los personajes que creaba Bradbury. Esos personajes tenían emociones y por momentos, bastante nostalgia. En cambio, los personajes de los autores de Campbell era fríos, muchas veces, sombríos.
El nombre de Bradbury comenzó a sonar cada vez más. Muchos de los nuevos aficionados encontraban en el autor de «Fahrenheit 451», un escritor accesible para entrar en los territorios de la ciencia ficción y entenderla.
A finales de la década de los cuarenta ocurrió un hecho significativo. La editorial Doubleday & Company decide lanzar al mercado una colección de ciencia ficción. Era la primera vez que una editorial importante apostaba por el género. Como era de esperarse, los escritores campbellianos fueron tomados en cuenta con sus respectivos escritos entre novelas y conjuntos de cuentos. Para admiración de muchos, el joven Bradbury también fue tomado en cuenta. El editor pensó en reunir un conjunto de cuentos que el joven Bradbury había escrito sobre Marte. El título del libro fue: «Crónicas Marcianas».
La colección de Doubleday salió a la venta. Uno de los títulos que más vendió fue «Crónicas Marcianas», a pesar que los conjuntos de cuentos no gozaban de buena acogida. Esto catapultó al estrellato al joven Bradbury y lo convirtió en una especie de «embajador de la ciencia ficción» ante los lectores que no era afines al género.
Unos años después, la ciencia ficción perdió a Bradbury. El escritor trabajó como guionista para Hollywood y escribió varias novelas de literatura general como «Vino de diente de león». A pesar de esto, sus novelas y relatos de ciencia ficción permanecen incólumes a lo largo de los años y son considerados referentes del género.
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