La sociedad de los Improductivos
El presente es una parte del análisis fue escrito por el catedrático boliviano Iván Rodrigo Mendizábal, investigador de la ciencia ficción en el Ecuador y administrador del blog: cienciaficcionecuador.wordpress.com sobre la novela "Los Improductivos" de Cristián Londoño Proaño. El estudio literario entero se lo puede encontrar en la versión digital mejorada de la novela, disponible para ipad y iphone.
Iván Rodrigo-Mendizábal (La Paz-Bolivia, 1961). Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social (Universidad Católica Boliviana San Pablo). Magister en Estudios de la Cultura, mención Comunicación (Universidad Andina Simón Bolívar-Ecuador). Doctor en Literatura. Ex-Secretario Ejecutivo de la Organización Católica Internacional del Cine-América Latina (OCIC-AL). Actualmente Coordinador de la Unidad Académica de Comunicación de la Universidad de Los Hemisferios (Quito-Ecuador). Profesor e investigador invitado en la Universidad Andina Simón Bolívar-Ecuador y de la FLACSO, sede Ecuador. Entre otros, autor de: “El lápiz electrónico”; “Análisis del discurso social y político” (junto a Teun van Dijk); “Cartografías de la comunicación”; “Máquinas de pensar: videojuegos, representaciones y simulaciones de poder”.
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LA SOCIEDAD DE LOS IMPRODUCTIVOS
Por Iván Rodrigo Mendizábal
Cristián Londoño nos reta con la lectura de su novela de ciencia ficción, Los improductivos. Ésta narra las peripecias del Operador 220, un trabajador que apuesta y hace transacciones económicas, sin conciencia de la naturaleza de su labor, hasta caer en cuenta que forma parte de un mundo deshumanizado. Estamos así en el siglo XXII, dentro una sociedad de “operadores” de una economía especulativa y de “hacedores” y defensores del orden establecido. Ya que habría fracasado la democracia, el gobierno es corporativo con supuestos nuevos líderes con una “clara visión del futuro y de la necesidad de un nuevo orden mundial” (p. 26).
Lo que describe Londoño es una ucronía. El autor proyecta una preocupación actual a un mundo futuro, abordando los problemas de la globalización, como tendencias que podrían marcar la vida futura. Extrapola la idea de qué pasaría si en el futuro este tipo de sociedad competitiva, con eslóganes que impelen seguir el éxito, aparte de deshumanizar, acaba con la existencia humana.
Para ello tal sociedad de Los improductivos ha hecho que se supere la moneda, en su valor de uso y de cambio, llegando a la supremacía del valor sin moneda, postulado postmoderno de la economía global: la productividad del intangible plasma así un modo de vida uniforme. En una de las páginas de Los improductivos se lee: “No hay diferencias de ninguna naturaleza, ni raciales, ni económicas, ni políticas, ni étnicas, todos somos iguales. Cada uno de los seres productivos responden a sí mismos. Si eres productivo puedes llegar a ser un verdadero Hacedor. Todos competimos en las mismas condiciones” (p. 27).
Bajo esta premisa, si bien el modelo de sociedad es colectivista, al mismo tiempo es cosificadora, porque todo está en función de producir y hacer producir; incluso los propios órganos de los individuos sirven para la producción de otros órganos y cuerpos, siendo estos además piezas de repuesto. La improductividad lleva a que exista experimentación.
Fredric Jameson en Representar El Capital (2013) sostiene que el capitalismo tiene la capacidad de reproducirse a sí mismo no obstante las circunstancias adversas que genera o de las que puede sacar partido (p. 87). Esta imagen es pertinente en Los improductivos porque el asunto que toca es que, detrás del patrón socioeconómico que sustenta la sociedad productiva, con ese esquema de cuerpos-cosas sujetos de experimentación o modificación, está el paradigma de la genética con el que se gobierna. Se crea fuerza de trabajo cosificada y se la educa: por ello un operador cree ilusoriamente que puede llegar a ser un hacedor o creador del orden social, ilusión, por otro lado, falaz porque en el momento en que esto se pueda dar, pronto todo gerente es transferido al campo de la improductividad dado que no genera vida. Jameson señala, en efecto, que la categoría “improductividad” es contemporánea, porque señala el límite de una relación y al mismo tiempo al cajón de los desechos sociales (p. 81). Pero estos desechos sociales permiten al capitalismo global reproducirse y pervivir, porque a estos es que se les saca el máximo de su fuerza ya casi desgastada para generar productos nuevos.
Si en el capitalismo clásico, de acuerdo a Jameson, “la clase obrera no solo es reproducida, sino que en primer lugar es producida” (p. 84), en el capitalismo corporativista de Londoño, este proceso tiene mayor connotación cuando la fórmula se pone de otro modo: la clase gerencial, no solo es reproducida mediante manipulación genética, sino que en primera instancia se la produce haciéndola aparecer como operadora de ese sistema, es decir, como clase obrera que aspiraría a ser dirigente en algún momento.
Los improductivos entonces toma como base la discusión acerca de la naturaleza económica de la globalización o del mundo del empresariado “exitoso” actual y futurista, para señalar un problema relacionado con otro rasgo de la ciencia ficción: la tecnología.
En la sociedad productiva de Londoño los humanos son creados en laboratorios. Es por ello que la policía, cuando hace pesquisas va al código del ADN para ver las anomalías y desde allá criminalizar (p. 37). La genética implica la eugenesia por este efecto.
Humberto Maturana en El sentido de lo humano (2010) dice que la ciencia ficción plantea “un mundo humano que surge de la extrapolación de un presente tecnológico como si se tratase solo de las consecuencias del devenir histórico” (p. 89). ¿Qué es lo que está en esta formulación? Que la genética ya no es cosa de la ficción aunque al referirnos a ella pareciera que habláramos de un futuro lejano. Lo que importa darse cuenta de esta discusión es su actualidad y la posibilidad de abrir interrogantes como si viviéramos en tiempos posteriores. Anticiparse es un factor inherente a la ciencia ficción: cuando se extrapola un problema, como si fuera el resultado de un devenir histórico, además se está indicando que tal problema va a seguir dando qué hablar.
Así la genética con fines eugenésicos de hecho nos lleva a advertir el rol de la biogenética y la bioquímica para la recreación de un aparente ser “humano perfecto”. Esto implica pensar en la clonación. En una parte de la novela el Hacedor Zach, quien, luego de explicar la génesis y el funcionamiento de la sociedad productiva, señala que: “(…) los hombres y las mujeres se habían desviado de su verdadera naturaleza: el trabajo. Se dedicaron a corromper a la especie, en lugar de perfeccionarla. Pensemos en un mundo libre de defectos humanos, produciendo a favor de todos en una atmósfera de paz y armonía, administrando el tiempo adecuadamente. Esto no es una utopía (…)” (p. 27).
Según esta razonamiento la clonación es el corolario de un proceso socioeconómico de mejora del capital social. La ecuación: perfección de la mano de obra, más genética, aboliría todo defecto que impida el desarrollo productivo. Con la clonación se descartan los genes e individuos defectuosos, se eleva la energía del cuerpo, se programa su tiempo, sumiéndolo en una maquinaria utópica política fascista. De ahí que se apunte, en la novela, que se vive “la atmósfera de paz y armonía” (p. 27), necesaria para el trabajo eficiente.
Pero en tal sociedad hay una “falla”. Walter Benjamin en “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1936) ya nos advertía que la reproducción técnica atrofiaba el aura de toda obra. Así la clonación quitaría el espíritu del ser humano. Por ello los clonados, en la novela, darían lugar a generaciones de improductivos en la medida que, gracias a la manipulación genética y a la inducción por medio de drogas para incrementar su fuerza, en lugar de hacerlos fuente de otros clones, reducirían sus potencialidades para rejuvenecer la especie humana (p. 45). La falla es esa: los clones ya inscriben su propia degeneración. Si el clon no tiene aura entonces ¡qué humanidad puede generar!
Martín Heidegger en “La pregunta por la técnica” (1954) dice que la técnica moderna hace aparecer lo oculto y su peligro. Digamos que técnica y tecnología no designan a nada instrumental, sino a una forma de hacer y a una racionalidad. Si la clonación, como señala el informe de Joseph Summers, código 2345-G de Los improductivos, sirve para crear seres productivos gobernables, en su experimentación brotaría el peligro: el de la supresión de vida futura dado que no habría símil, ni cuerpo perfecto; todos los órganos, incluso el esperma y los óvulos no servirían para generar vida ni rejuvenecer a nadie (p. 45). De ahí que la pregunta por la tecnología, en la ciencia ficción, sería por cómo determina la vida, es decir, cómo la tecnología anula la vida plena.
Y en este marco, Los improductivos es una antiutopía que describe el escenario de una utopía sin escape. Es una crítica bien lograda de todo sistema productivista que roba la posibilidad de futuro al ser humano y que oculta su propia verdad: el discurso de la productividad es en el fondo el de la improductividad.
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