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Foto del escritorCristián Londoño Proaño

Una pregunta difícil



Por Cristían Londoño Proaño

Hace una semana, me cité con una amiga en uno de los cafés de Quito. Esta cafetería es conocida, porque mantiene una relevante actividad cultural. Es de los pocos espacios privados que siguen apostándole a la cultura. Ella y yo queríamos charlar sobre literatura. Nos sentamos en una mesa, cerca de una ventana. El mesero tomó la orden y mi amiga me hizo una pregunta a quemarropa:

«¿Cuál es la diferencia entre fantasía y ciencia ficción?».

Me quedé mirándole, indagando en mis propios referentes. Y luego respondí:

«Si comparamos entre los géneros podríamos encontrar marcadas diferencias y al mismo tiempo enormes similitudes».

«Explícame», me dijo.


«Primero vamos con las semejanzas. En las novelas, relatos, juegos y películas de ciencia ficción y fantasía, el lector es trasladado a un mundo extraño. Precisamente, la fantasía y la ciencia ficción, por ser ficciones especulativas deben desarrollarse en este tipo de mundos, que muchas veces desafían las percepciones del lector. Hay que tomar en cuenta que muchas de las novelas, películas, juegos o relatos de fantasía toman prestadas técnicas de la ciencia ficción, y de modo inverso, ocurre lo mismo. Y en segundo lugar, hay que considerar, lo que explica Orson Scott Card, en su libro «Cómo escribir ciencia ficción y fantasía», que la fantasía y la ciencia ficción no nacieron como conceptos literarios. Nacieron como una necesidad de etiquetarlos editorialmente. Por ejemplo, las novelas de H.G Wells como «La Guerra de los Mundos» fueron considerados romances científicos».

«¿Y las diferencias?», me preguntó.


«En el caso de la fantasía, las novelas, los juegos, los relatos y las películas deben tener leyes propias que gobiernan los mundos extraños, leyes que van contra las leyes que conocemos en nuestra realidad. Por ejemplo, en un ese mundo extraño, los árboles podrían hablar y mantener una nutrida comunidad. En cambio, en la ciencia ficción, no se alteran las leyes de la naturaleza, se las mantiene, incluso se las potencia con el uso de tecnologías avanzadas, principios científicos de vanguardia o teorías de alguna área de estudio. Por ejemplo, en las novelas de Julio Verne, muchos de los inventos que narró en sus historias, no alteraron las leyes de la cinemática y la dinámica. En «veinte mil lenguas de viaje submarino», el submarino cumple las leyes de Arquímedes».

«Te comprendo…», me dijo.


Philip Farmer

«Aunque la verdad, la etiqueta de si la novela es de ciencia ficción o fantasía lo debe decidir el escritor y con eso debería bastarnos, ¿no cierto?».

Mi amiga sonrió y se despidió satisfecha. A unos pasos, se dio media vuelta, me enseñó un ejemplar de mi novela «Los Improductivos» y dijo:

«¿Qué tipo de ficción especulativa es?».

Sonreí y le dije: «Ciencia Ficción, aunque a veces pienso que puede ser terror».

Nota:

Puede leer ampliar la información en otro artículo en este mismo blog sobre este tema: Entre la fantasía y la ciencia ficción

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